Así que podemos concluir diciendo que el Budismo Zen no es más que una forma de vida, un proceso mediante el cual dejamos atrás estados de ansiedad y preocupación para alcanzar un nivel de paz y alegría en cualquier situación de la vida. Que sea complicado o fácil, cada momento vivido durante nuestro día, hora, minuto de la vida debe ser afrontado y percibido desde una actitud de amor, aceptación y paz. No es un proceso que surge de la noche a la mañana si no una práctica constante, dura y llena de atención. Como todos los tipos de entrenamiento que existen en las prácticas generales, el Budismo Zen alcanza su plenitud solo cuando uno se da cuenta verdaderamente de su significado.